Wednesday, October 25, 2006

MI MUJER DORMIDA

Mi mujer dormida estrecha sus sábanas queriendo prolongar la dulce compañía de sus sueños. El cabello larguísimo y negro cae por sus hombros y hasta su cintura, enredándose en una interminable ola de deseo.

Sus manos entumidas buscan un cuerpo caliente a donde asirse, pero la soledad de su habitación no ayuda a sus propósitos de pasión tempranera. En cambio, un sonido electrónico y llego de desesperación la urge a dejar el lecho, ese lecho que ha sido su verdad y su cueva durante ocho horas.

No es suficiente la teoría del seguro, ni el curso de muestreo, ella quiere demostrar que todas sus mañanas en soledad y sus tardes desperdiciadas alrededor del concreto son suficientes para hacer valer el sueño de mil viajes alrededor del mundo.

Mi mujer dormida entiende que no todo en la vida es la familia, que el papá o la mamá no nos darán la felicidad de ver realizados nuestros sueños, si no que hay que buscarlos por nosotros mismos. Entonces, desafiando su propia seguridad, camina por calles sombrías llenas de árboles con hojas que alguna vez fueron verdes, y que ahora en esta época del año están a punto de caer llevándose consigo miles de gotas de lluvia que se han comido para su sobrevivencia, y con miles de recuerdos en cada uno de sus milimétricos hilos.

Mi mujer dormida pasea por la playa, dejando que los rayos del sol quemen la piel que alguna vez fue tan tersa como la de su hija que yace en la cuna, aguardando la comida del día, mirando el pequeño espacio de su habitación como su universo propio en donde ni planetas ni galaxias son necesarios.

La arena caliente quema la planta de sus pies, contrastando con la fría agua del mar, allí donde escupíamos nuestra borrachera tan lejos como fuera posible, olvidándonos de que sólo éramos unos jóvenes que no tenían idea hasta donde los llevaría su hambre y su lujuria por vivir.

Mi mujer dormida, en efecto sigue dormida, durmiendo el sueño de los inocentes, encerrada en su burbuja de cristal, tan lejos de mi alcance que sólo atino a soñar su mirada y a imaginarme la tersura de sus manos al tocar mi pecho

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